A juzgar por las informaciones que se publican en materia de medio ambiente, nos encontramos en un punto en que es necesario aunar esfuerzos con tal de conseguir una nueva definición de la economía en general, que permita, al menos dentro de ciertos límites, la defensa de la naturaleza sin afectar al desarrollo de la economía.

Esto es, más o menos, lo que ha prometido hace unas semanas, la Presidenta de la Comisión Europea, que ha ofrecido un diferente tratamiento para conseguir una economía sostenible en el futuro. Para ello ha garantizado unos ochocientos mil millones de euros para poner en marcha esa iniciativa y transformar la economía europea, que, como motor económico en un mundo globalizado, permita ser ejemplo para otros países desarrollados.

Lo que está demostrado y no hay pruebas suficientes de lo contrario, es que los países desarrollados, los denominados países ricos pueden y deben realizar un cambio en la economía para que ésta sea respetuosa con la naturaleza. Ello, que parece ser muy sencillo, no lo es cuando nos referimos a países pobres, sin apenas industria suficiente para atender sus propias necesidades.

De las declaraciones apocalípticas a la realidad

Estamos acostumbrados a oír palabras grandilocuentes, que a duras penas consiguen reflejar la realidad. De tanta alarma social creada por declaraciones apocalípticas, resulta que el mundo se ha calentado 1.1 grados centígrados desde el final de la segunda guerra mundial y sigue en ascenso, sin que se adopten de forma clara y definitiva, medidas que garanticen el descenso de la temperatura alcanzada. En el caso de que se alcanzasen los dos grados de calentamiento global, los efectos del cambio climático podrían ser dramáticos.

Por ello, se afirma repetidamente por organismos responsables en el medio ambiente, que para el año 2030 se deben cortar las emisiones contaminantes a la atmósfera en un cincuenta por ciento. Sin embargo, todas las declaraciones, todos los compromisos que se adoptan en conferencias y foros especializados sitúan siempre el año elegido para la disminución de la contaminación atmosférica, en el 2030, 2040 e incluso ahora en el 2050. Esas decisiones adoptadas carecen, al parecer, de efectividad inmediata.

Lo lamentable es que ignoran por completo el efecto que pueden tener en países en vías de desarrollo, que son la mayoría y que no disponen de medios adecuados para adaptar sus economías al conjunto de medidas que se adoptan en esos foros especializados. Sin contar, que a esos foros acuden representantes políticos que, en ocasiones, suelen hacer gala de una ignorancia verdaderamente inconcebible. Su objetivo consiste en retrasar lo máximo posible, la adopción de medidas que bien pueden calificarse de impopulares, pues podrían afectar a la economía en general y crear desempleo, con los efectos que ello puede ocasionar en tiempos de elecciones.

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Lo peor de todo es que el pueblo, la comunidad en general, ya no hacen caso de esas advertencias que profieren los científicos, los especialistas en medio ambiente. Esto es indudablemente muy grave, porque si no se ha concienciado a la población en general, ésta no colaborará de forma decidida en la protección de la naturaleza.

Con unos ejemplos será suficiente para entender lo poco que se ha avanzado en los últimos cincuenta años. Se siguen lanzando toneladas de plásticos y basuras al mar, todos los años aumenta el número de incendios en los bosques, provocados por la ignorancia y estupidez humana. Asimismo, la contaminación aérea que afecta gravemente a la atmósfera va en aumento, como si las medidas adoptadas por asambleas y conferencias especializadas en medio ambiente, no hubiesen servido de nada.

Advertido retroceso económico a la era preindustrial

La Conferencia Internacional para el Cambio Climático, ha predicho que permitir el calentamiento del planeta en más de dos grados centígrados, supondría, entre otras desgracias, volver a niveles económicos de la era preindustrial, pues se calcula que cientos de millones de personas volverían a la pobreza, se destruirían millones de puestos de trabajo y decenas de países quedarían en una situación de inestabilidad política y social.

Las medidas que pueden adoptarse por países desarrollados, posiblemente no se adapten a las necesidades de los que se encuentran en la pobreza o en vías de desarrollo. Esto es lo que sucede con Brasil al permitir la explotación, sin control alguno, de las riquezas madereras del área del río Amazonas, lo mismo que la explotación petrolífera en lugares sensibles del curso de este gran río.

La solución necesaria para un mundo tan fragmentado, parece un imposible de conseguir. El paso de la energía del uso de petróleo a energía verde no acaba de llegar nunca, como si fuese una utopía deseable y necesaria, pero de imposible consecución. No es que sea imposible de conseguir, sino que los intereses políticos de determinados países, provocan siempre un boicot a esas decisiones especializadas. Ello supondrá miles y miles de millones de euros transformar un mundo acostumbrado a contaminar alegre e irresponsablemente el medio ambiente, con la colaboración activa de los gobiernos de turno. Los políticos no priorizan ni facilitan el uso de fuentes de energía alternativa al uso del petróleo.

El cambio climático, que se afirma ha llegado, aun cuando algunos políticos lo nieguen rotundamente, será cada año más grave. Los períodos de sequía se prolongarán en el tiempo, mientras que los de lluvias se acortarán, con el efecto nefasto de la falta de agua. No hay concienciación suficiente para el empleo del agua en cantidades racionales. El pueblo, en general, está muy mal educado en este aspecto y ello debería comenzar de forma inmediata con la educación medioambiental en las escuelas.

De este modo, invertir en educación que tienda siempre a mostrar la naturaleza tal como es, frágil y necesaria, es invertir en el futuro. Pero no se hace porque ello no atrae votos ya que es una medida impopular. Se debe priorizar en el uso de la energía solar, eólica y otras más, en detrimento de la energía de fósiles y aquella que suponga un riesgo para la supervivencia de la naturaleza. Tampoco se hace ni se adoptan medidas inteligentes, menos aún en tiempos de elecciones.

Hablar en la actualidad de la equidad en la socio-economía y referirse al concepto de protección de la naturaleza, no es rentable para los políticos. Cuando se adoptan determinadas decisiones que sí pueden afectar a nuestra conducta en el futuro, se retrasa siempre a fechas que parecen tan lejanas, que nadie se preocupa del presente.

El cambio de paradigma es impostergable

Un impostergable, la regeneración de las técnicas de riego utilizadas en la agricultura global, así como el suministro de agua en núcleos urbanos, donde en las grandes ciudades se pierde hasta un 35% del agua que circula por el alcantarillado antiguo y defectuoso por el uso del tiempo, que no merece nunca la atención del Ayuntamiento correspondiente. Todo ello, permite afirmar que, al no existir una cabeza rectora, que esté decidida a iniciar el camino de la regeneración medio ambiental, estamos condenados a repetir un año tras otro las situaciones desastrosas que ahora nos ofrece el cambio climático.

Por otra parte, los ciclos de la naturaleza son precursores de la economía circular. Después de siglos de explotación intensiva de determinados recursos agrícolas, la degradación del suelo cultivable es más que objetiva, con la necesidad que ello supone incluso de importar alimentos, frutas, cereales que, en otros años, no muy lejanos, se cultivaban en campos próximos a nuestro hábitat. El político se ocupa de la política, pero no del cuidado del medio ambiente. En este aspecto, parece que estemos circulando en un vehículo sin conductor, lanzado por la carretera a toda velocidad. Algún día, y bien próximo, nos encontraremos con el desastre generalizado y será demasiado tarde.

Todo ello nos lleva a la conclusión de que todavía tenemos el lápiz de la Historia en la mano. Todavía puede ser posible regenerar parte de la naturaleza que se ha destruido, siempre de forma estúpida e ignorante, con la inestimable colaboración de la ignorancia política, que se limita a fijar unas fechas lejanas para disminuir el calentamiento global del planeta. La solución o el tratamiento adecuado debe comenzar lo antes posible, no sea que cuando se pretenda aplicar determinadas medidas preventivas, ya sea demasiado tarde. Emisiones de efecto invernadero, de las que se sigue hablando y hablando desde hace al menos dos décadas, ahora resulta que se pretende disminuirlas en un 50% para el año 2032.

Lo que ocurre es que las decisiones adoptadas por las conferencias que se celebran de medio ambiente, no son vinculantes, carecen de la potestad de ejecución y de control de los países miembros. De ese modo, es casi imposible alcanzar ningún resultado satisfactorio. Mientras tanto, el cambio climático se muestra con toda su fiereza, pues se ha previsto que el próximo verano sea el más caluroso en los últimos cincuenta años.

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Despacho Fontquerni Procuradores Madrid Barcelona

Jordi Fontquerni Bas

Socio Fundador en Fontquerni Procuradores

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